Juventud y guerra.

No es habitual que la juventud sea tema de primera página en los medios de comunicación o prioridad en las agendas de la clase política. Por eso es especialmente llamativo que en los últimos tiempos hayan salido a la palestra algunos asuntos directamente relacionados con la juventud. Un ejemplo reciente es la posibilidad de recuperar el servicio militar obligatorio

Vivimos tiempos de guerra. Por desgracia, es un estado casi permanente. En estos momentos hay conflictos de distintas dimensiones en Sudán, el Sahel, República Democrática del Congo, Somalia, Siria… Sin embargo, sentimos que el ambiente bélico crece porque algunas de las confrontaciones se producen en territorio europeo y en zonas próximas, como Israel y Palestina. Y cuando aparece el clima bélico, surgen las exigencias de rearme y se recupera el debate sobre el servicio militar obligatorio. No confiamos en las personas jóvenes para gestionar nuestra sociedad, pero las consideramos idóneas para convertirlas en carne de cañón.

De momento, Alemania recuperará su servicio militar a partir de 2026. Inicialmente, será voluntario, pero pasaría a ser obligatorio si no llegan a alcanzar las cifras de reclutas que estiman necesarias para lograr sus objetivos de defensa. Parece que la amenaza es Rusia, y a cuenta de la amenaza, se recrudece la escalada armamentística y se multiplican las informaciones que aseguran que son necesarios más soldados en los ejércitos europeos.

¿Quién está a favor de recuperar la mili? Entre los partidarios de recuperar el servicio militar obligatorio están algunas personas mayores, las que ya no están en edad militar, que bien hicieron el servicio militar en su momento o se libraron de hacerla. Este colectivo tiene un recuerdo bastante romántico de su época militar. Ya sabemos que para muchas personas ese periodo supuso una especie de rito iniciático, la primera oportunidad de conocer mundo, de encontrarse con personas de diversos lugares y adquirir algunos conocimientos vitales básicos que se les habrían negado en sus lugares de origen. Es curioso que entre quienes defienden esta opción hay muy pocas alusiones a los conocimientos militares adquiridos. Las tendencias van más en la línea de considerar que la juventud necesita una formación patriótica. Parece que la exaltación militar es la única forma de visibilizar el patriotismo. Un patriotismo que basa la identidad nacional en armarse contra otros países, a los que se considera enemigos o amenazas. No parece tan patriota quien contribuye al progreso de su país desde su ámbito profesional o su compromiso social.

Por supuesto, apoyan con entusiasmo esta escalada belicista quienes se benefician de la militarización de las sociedades. No debemos ignorar que la guerra es una desgraciada consecuencia de los intereses económicos de distintos centros mundiales de poder, que basan su riqueza en la industria armamentística.

Al final, siempre hay gobernantes que nos involucran en confrontaciones que no compartimos ni comprendemos, que parecen haber olvidado las consecuencias irreversibles de recientes conflictos armados que todavía marcan nuestras relaciones cotidianas. Las vidas humanas que se pierden, la destrucción y la miseria que producen estas guerras, se consideran inevitables daños colaterales.

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