Memorias ahogadas



Hace unos meses tuve la suerte de asistir a la presentación de este libro. Ya había llamado mi atención cuando se anunció su publicación. Y me sorprendió la escasa audiencia que se acudió  para conocer de primera mano las impresiones de los dos autores: Jairo Marcos y María Ángeles Fernández. Presentó el acto una representante de la lucha contra el embalse de Biscarrués, una de las pocas obras que la oposición de la población afectada ha logrado detener. Otros pantanos no se hicieron, pero las personas ya habían sido desplazadas y los territorios expropiados. Me pareció acertadísimo que los autores contextualizaran las historias que recogieron en lo que denominaron territorios de sacrificio. Porque el libro va de territorios de sacrificio, de aquellos lugares que alguien designó para ser anegados por las aguas y servir así a las necesidades de la población y a los intereses de las empresas implicadas en los proyectos. Las personas que habitaban en estos territorios tuvieron que emigrar forzosamente, dejando atrás su modo de vida, su historia y sus ancestros. Todo quedaría sepultado en el pantano. Los autores recorrieron España durante años recuperando toda la información que pudieron encontrar acerca de las personas que sufrieron los desalojos, motivados por la construcción de grandes pantanos, sobre todo en los años 60 del siglo pasado. El texto quiere recuperar la memoria de quienes lo perdieron todo y tuvieron que empezar de nuevo en lugares extraños. Los protagonistas narran en primer persona el desgarro que les produjo el abandono sus tierras y su modo de vida por una exigencia ajena, de la que nunca tuvieron ni conocimiento ni explicación. El libro también recoge la muerte. La muerte de personas que trabajaban en estas obras de ingeniería y que fallecieron en accidentes puntuales y en grandes accidentes, de los cuales no se tuvo noticia clara de la dimensión hasta muchos años después. Se habla de la tragedia de los Saltos de Torrejón, Cáceres, donde murieron oficialmente medio centenar de personas, aunque todo el mundo está de acuerdo en que el número de víctimas fue mayor. También queda constancia del drama del pueblo de Ribadelago, en Zamora. La presa de Vega de Tera, recién inaugurada, no soportó la presión del agua y se desmoronó. La noche del 9 de enero de 1959 fallecieron en Ribadelago 116 personas cuando el agua desbordada del pantano arrasó la localidad.

Territorios de sacrificio, memorias ahogadas. Un libro muy recomendable que nos permite reflexionar sobre el sentido de esos sacrificios y los lugares a los que se les pide. En Aragón también se construyeron grandes pantanos, y se instalaron algunas industrias que acabaron convirtiendo su entorno en incontrolados vertederos tóxicos. Véase, sin ir más lejos, el caso de INQUINOSA, en Sabiñánigo, que todavía no se ha resuelto y afecta gravemente a la vida de las personas que viven aguas abajo del río Gállego, contaminado por los restos del Lindano que esa fábrica dejó como legado. Hay más casos, afortunadamente menos graves, pero que dejan un poso de sospecha sobre los daños colaterales que pueden generar las industrias que se instalan en nuestro territorio. Los representantes políticos presumen de atraer inversiones, pero pocas veces detallan los costes que habrá que soportar a cambio. Antes fueron los pantanos y las fábricas de pesticidas. Ahora podrían ser los centros de datos, aparentemente inofensivos, pero grandes devoradores de recursos energéticos e hídricos para su funcionamiento y refrigeración.

En la web de la editorial Pepitas de Calabaza se puede ampliar información sobre el libro

El programa Página 2 de RTVE emitió una entrevista con los autores.

 

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El autor

Soy Manuel Marco Esco. Jubilado. Docente. Sociólogo. Curioso.

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