Se nos anuncia con entusiasmo que la Inteligencia artificial (IA) nos permite crear textos, imágenes, videos… pero la IA no construye nuevas realidades desde la nada. La mayor parte de las producciones generadas por inteligencia artificial se apoyan en fuentes reales. Es decir, las fotografías que nos muestran una realidad ficticia están basadas en conjuntos de fotografías reales de las que la inteligencia artificial obtiene la información para generar nuevas imágenes. Lo mismo ocurre con los textos, con los vídeos, con la música. La inteligencia artificial necesita alimentarse de otras producciones, conocer sus estructuras y su funcionamiento para elaborar nuevas propuestas. Esto no gusta a las personas que se dedican a crear contenidos, porque ven cómo sus trabajos son utilizados por la inteligencia artificial para elaborar productos que resultan mucho más baratos, más accesibles, pero realizados a costa de un trabajo previo no reconocido ni remunerado. Hace unos meses hubo una huelga de actores en Hollywood. Mucha gente empezó a preocuparse por las consecuencias que tendría para la continuidad de sus series favoritas, pero pocos se preguntaron por las verdaderas razones de la huelga. En esencia, lo que se negociaba era un blindaje de los derechos de actores y actrices contra los abusos de la inteligencia artificial en los medios audiovisuales. Las estrellas de la pantalla estaban observando que cada vez con mayor frecuencia se les realizaban una serie de tomas tridimensionales no necesariamente vinculadas al trabajo que estaban realizando. Estas grabaciones tenían por objeto obtener material con el que realizar posteriores producciones generadas por IA, en las que no tendrían intervención física, y por las que no percibirían ninguna remuneración.
Muchos creadores gráficos lamentan que ahora cualquiera hace una ilustración, apoyándose en la IA, de manera rápida y gratuita, pero en ese proceso se han utilizado materiales que previamente había elaborado una inteligencia humana.