En el mundo de la educación se abren grandes interrogantes en muchos ámbitos del proceso de enseñanza y aprendizaje. Apuntamos aquí algunos de ellos que exigirán desarrollos posteriores.
Una de las preocupaciones más generalizadas se refiere al aumento exponencial de las posibilidades de fraude mediante el uso de la IA. Los estudiantes pueden encargar a las máquinas que les hagan trabajos, proyectos, tesis y publicaciones diversas. En el momento actual de desarrollo de estas tecnologías no es demasiado difícil detectar el uso de IA, pero es evidente que poco a poco mejorará su rendimiento. Es muy probable que pronto resulte difícil saber la autoría real de una tesis o de un artículo científico. Y esta preocupación también puede aplicarse a las investigaciones y publicaciones de académicos de las diferentes disciplinas. Ya hemos visto algunos casos en los que presuntamente se ha usado la IA para manipular e incrementar fraudulentamente el currículo de un académico.
Hay quienes afirman que el profesorado puede ser sustituido por máquinas en un futuro no muy lejano, aunque parece que si consideramos la educación como un proceso interactivo entre humanos, el aprendizaje quedaría muy mermado tanto en calidad como en resultados académicos. Por encima de la legítima preocupación por la posible pérdida de puestos de trabajo, se vislumbra la necesidad de perfilar al máximo el papel de las personas en los procesos educativos, y de las metodologías animadas por seres humanos, en las que la conexión afectiva es parte del aprendizaje. Solo así se podrá argumentar la necesidad de contar con profesorado de carne y hueso en las aulas, suponiendo que en un futuro no muy lejano los espacios educativos se mantengan como hasta ahora.