De manera cíclica reaparece la noticia de que en Suecia se han replanteado su proyecto de digitalización de las aulas. Los titulares de los medios de comunicación suelen ser contundentes y muy similares, cuando no idénticos: “Suecia da marcha atrás en la introducción de las pantallas en las escuelas”. Con ligeras variantes, este es el mensaje que se transmite. En realidad, ya hace tiempo que las autoridades suecas reconsideraron su plan de digitalización escolar. Así lo hacía saber hace años la responsable de Educación básica del Gobierno Sueco, que justificaba la decisión en los malos resultados obtenidos en las pruebas PIRLS del año 2021. Se trata de un estudio internacional que analiza cada cinco años qué experiencia lectora tiene el alumnado y cómo adquiere y usa la información a partir de la lectura. En el caso sueco, los resultados obtenidos en este estudio situaban al país en el noveno lugar del mundo, un buen resultado, pero peor en 11 puntos que el obtenido cinco años antes. Para abordar lo que se consideraba un fracaso, se cuestionó todo el proceso de digitalización, al que se culpó en buena medida de los resultados obtenidos. La ministra anunciaba tres medidas: una, paralizar o ralentizar las dotaciones tecnológicas, la segunda, hacer una fuerte inversión en libros de papel y, la tercera, crear una comisión para analizar la carga burocrática del profesorado.
Esta tercera medida no suscitó ningún comentario ni generó titulares. Incluso fue obviada en muchas de las informaciones publicadas. Sin embargo, a mí me parece que merece la pena detenerse en ella. Porque es muy probable que la situación del profesorado tenga mucho que ver con los resultados del alumnado. La ministra dijo algo así como que las escuelas padecen la enfermedad de la documentación. Y yo, que he venido aquí a hacerme preguntas, tengo algunas dudas.
La profesión docente exige una preparación enciclopédica. En las escuelas del profesorado se estudia psicología, sociología, pedagogía, por supuesto, se aprenden las didácticas de distintas materias: lengua, matemáticas, biología, educación física, música, arte, etc. Muchos docentes complementan su formación con otros estudios, y es común encontrar a profesionales de la educación con varias carreras académicas, másteres y otras formaciones complementarias. La docencia es una profesión para personas inquietas, atentas a los avances de la ciencia en el conocimiento del cerebro, de los procesos de aprendizaje, de los diferentes aspectos sociales, médicos o psicológicos que condicionan esos aprendizajes. Además, el profesorado atiende con respeto las recomendaciones de las asociaciones de pediatría, de psicología y de otras disciplinas que sugieren lo que se debe hacer en las aulas, qué prácticas son recomendables y cuáles perjudiciales. El profesorado también debe escuchar a las asociaciones profesionales, que establecen prioridades en cuanto a lo que debe enseñarse en las aulas, e incluso proponen asignaturas nuevas para enriquecer los ya de por sí atiborrados currículos. Sin embargo, no parece haber mucho interés por lo que tienen que decir los docentes, sobre los problemas que tienen que abordar en el día a día de la escuela, sobre las limitaciones presupuestarias, sobre la carga de trabajo que deben afrontar y, por encima de todo, sobre su visión cualificada del alumnado, de sus inquietudes, necesidades y aspiraciones.
A finales de mayo se inició una huelga docente en Cantabria, continuación de otra convocada en abril. Sorprendió este estallido social, que obtuvo una importante respuesta entre el profesorado. Pero sorprende menos cuando se conocen las reivindicaciones del colectivo: Adecuación salarial —los docentes llevan 17 años perdiendo poder adquisitivo—, disminución de la carga de trabajo y la burocracia, reducción de ratios, cuidado de la salud mental del profesorado, mayor inversión en personal, recursos e infraestructuras y reducción del alto índice de temporalidad en la profesión. Sospecho que algunos de estos asuntos deben de influir en la calidad de la enseñanza, en los resultados académicos del alumnado y en el lugar que se ocupa en las evaluaciones internacionales.
Fotografía: Gerald. Pixabay